Los primeros metales comenzaron a usarse en la zona de Asia Menor (Irak, Irán, Egipto) llamada Creciente Fértil (Tigris, Éufrates, Nilo), y aparecían en estado puro: oro, plata y, por su abundancia, el cobre (3.000 a.C.).
Como el cobre no era más resistente mecánicamente que la piedra, se usó cómo adorno en pulseras, brazaletes, collares, etc.
Luego se descubrió que al mezclarlo con un poco de estaño se formaba un metal más duro: el bronce (1.800 a.C.), más fácil de fundir, de dar forma y con más aplicaciones: armas, adornos y utensilios y herramientas para los campos como las guadañas.
La dificultad de obtener y comerciar el estaño se resolvió con la metalurgia del hierro (700 a.C.), mucho más abundante que todos los anteriores. Además, el hierro es más tenaz que el bronce, y su metalurgia se hizo vital para dominar a los pueblos enemigos: armas, escudos, sierras, arados …
