El acero es el resultado de la aleación entre el hierro y el carbono. Sin embargo, es posible agregar elementos que le permiten adquirir otras propiedades, como mayor dureza, maleabilidad o duración.
Para su creación, se emplean hornos a altas temperaturas, que permiten la fundición del metal y su correcta unión con los demás componentes. Así, en el mundo existen dos formas principales de producir acero:
A partir del hierro
Al extraer el hierro de una mina, se lleva a un alto horno en el que se separan las impurezas (gangas) del mineral puro (mena). Después de este proceso, gracias a las altas temperaturas y a otros componentes que se agregan a la mezcla, el hierro adquiere pequeñas cantidades de carbono que lo llevan a convertirse en acero.
Posteriormente, la aleación pasa a una etapa de moldeamiento y enfriamiento.
A partir de la chatarra
La chatarra se tritura mediante una fragmentadora y luego pasa al horno de fusión en el que se expone a una temperatura superior a 1600°C. De este último proceso resulta la escoria, que es utilizada en obras civiles. Luego, el acero fundido es llevado a los moldes y a la etapa de enfriamiento.
Según la Asociación Mundial del Acero (World Steel Association), alrededor del 70 % del acero producido en la actualidad se logra mezclando restos de chatarra con hierro.
Asimismo, la entidad dice que “hoy en día, producir una tonelada de acero requiere solo el 40 % de la energía que se necesitaba en 1960”.